Escocismo de Bolivia

septiembre 13, 2015

LA SERPIENTE IGNEA

¿Qué es la serpiente ígnea?

Es el sexo, es la verdadera fuerza generadora del macrocosmos y del microcosmos. Es la razón, es la causa sin causas, es el principio y el fin, es el sendero y es el destino.

Mucho se ha escrito sobre la serpiente ígnea, el kundalini, la zarza de Horeb o como se quiera denominar. No tenemos por qué repetir lo que otros han escrito, pero a objeto de establecer una base común, que permita poner en contexto la posterior interpretación y opinión personal, pasamos a resumir los aspectos más relevantes que consideramos representan, para nosotros, el concepto de la serpiente ígnea.

La verdad, la luz, el poder. Es fuego divino que arde en nuestro interior y que da vida al universo.

El fuego se genera por la energía que desciende por el cuerpo en forma binaria. Un positivo y un negativo, un húmedo y un seco, una pasiva y una activa, una de naturaleza femenina y otra de naturaleza masculina, una lunar y una solar que se unen en la base de la espina dorsal. Estas dos energías al unirse generan una tercera, el fuego creador o fuego sagrado.

Este fuego sagrado es el sexo.

El hombre debe dominar este fuego para alcanzar la perfección, el ser dominado por el conduce a la destrucción y la muerte.

El fuego tomará su naturaleza de la energía que lo alimente. Y es el pensamiento, acciones, pasiones y deseos del hombre los que determinan la naturaleza del combustible que lo alimenta.

El hombre debe atizar este fuego sagrado y convertirlo en luz a través de la concentración de prana o qi mediante la meditación aspirada (pranayama) que le permita abrir los canales de la columna y mover el fuego ígneo ascendiendo y activando diferentes centros energéticos, chakras, portales, iglesias, ángeles o como se desee llamarlos.

Con la apertura de los portales el hombre abre en él los canales a la divinidad. La apertura del último portal (situado en la cabeza) lo convierte en Dios omnisciente sin necesidad del intelecto.

Por lo tanto, todo el poder y la capacidad de devenir en Dios se encuentran en nuestro interior

¿Porque entonces es que la humanidad no ha trascendido?.

¿Cómo es que son tan pocos los que han encontrado la iluminación, los que han sido capaces de encender el fuego ígneo a través de sus siete portales?.

Nos encontramos en una época de oscuridad, desde el punto de vista de lo esotérico y de los antiguos misterios.

El hombre se encuentra seducido, aún más que en la antigüedad, por los bajos deseos y por el goce del sexo, el placer sexual que esta tan distante de la pureza sexual asociada a la serpiente ígnea.

A perdido la capacidad de retraerse en su templo interior y de acallar las constantes llamadas de su plano físico para escuchar su verdadera vos.

Asimismo, nunca ha existido un momento en el tiempo en el que se tenga más acceso a documentación e información vinculada y referida a este tema. Pero, como ha sido desde el inicio de los tiempos, estas verdades están veladas a quién no ha abierto los ojos aún.

El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que escuche. Pero en el fondo lo que sucede es que no queremos ver, no queremos abrir los ojos a la luz inefable que se encuentra en nuestro interior.

¿Por qué?. Porque es difícil, muy difícil seguir el camino, romper la inercia, es más fácil permanecer inmóvil.

Es muy difícil afrontar la luz del sol invisible y volverse hijos de la luz, es más fácil permanecer en la oscuridad y en la ignorancia.

Es muy difícil buscar la trascendencia espiritual, es más fácil buscar el goce y la satisfacción material.

Como iniciados debemos ser capaces de intuir el camino a la verdad. Es la intuición el verdadero sentido que despierta en nosotros al momento de nuestra iniciación (nuestra iniciación interna), la capacidad de adquirir conocimientos sin razonamientos intelectuales, sino a través de la encarnación de los símbolos que nos rodean y que se encuentran presentes asimismo en nuestro templo interior.

Pero no basta con intuir el camino, se debe estar dispuesto a recorrerlo. Y esto es algo que solamente un puñado muy pequeño de personas está dispuesta a hacer.

“El camino delgado y difícil lleva a la vida, el amplio y fácil lleva a la destrucción: muchos toman el camino fácil y pocos encuentran el camino difícil”. (Mateo 7, 13-14)

Se debe sacrificar todo lo que en nuestra vida previa se consideró relevante. Todos nuestros deseos crudos, todos nuestros instintos animales, todos nuestros pensamientos inadecuados.

En resumen, ese hombre que somos debe ser sacrificado y consumido por el fuego que mana de la serpiente, morir para luego renacer trasmutado en luz que brilla pero no quema.

¿Estamos dispuestos a este esfuerzo, a este sacrificio?. ¿O seremos una nueva generación de masones que se sienta en sus templos a escuchar sobre la serpiente ígnea sin nunca verla (con el ojo del iniciado) y sin nunca despertarla?.

Esta, sin embargo no es la única preocupación.

Aún si abrimos los ojos, aún si somos capaces de sacrificar todo lo que somos y morir, aún si somos capaces de encender nuestro fuego ígneo…no será suficiente.

No será suficiente porque aún estaremos incompletos.

Meditemos:

«La generación existe por doquier; todo tiene su principio masculino y femenino» (Principio hermético de generación).

«Todo es doble, todo tiene dos polos; todo tiene su par de opuestos” (Principio hermético de polaridad).

“Los dos (un hombre y una mujer) no serán sino una sola carne” (Mateo 19, 4-5).

Todo lo dicho hasta ahora cae al faltarnos el complemento. Pues solo al ser una sola carne en el amor es que encontraremos el camino al renacimiento y a la inmortalidad, solo al ser una sola carne en el amor completamos el samsara y logramos el moksha (la unión con Dios, o más apropiadamente el devenir en Dios).

Con la práctica del pranayama y a través de diferentes caminos (el dominio del cuerpo, el dominio de la mente, la acción, el saber y/o la devoción) se puede avanzar. Pero no se compara a la fuerza que se tiene cuando trabajamos en pareja, en dualidad complementaria. En equilibrio armónico.

Y nuestra principal falencia como entidad iniciática, intuyo, es que no tenemos equilibrio al no aceptar mujeres en nuestro seno.

“El hombre sin la mujer y la mujer sin el hombre, son mitades de un Dios; en la unión de las dos mitades se forma el Jehová”

¿Cómo puede el masón buscar trascender si no acepta un concepto básico de igualdad con su complementario?. ¿Si no acepta el rol fundamental de la mujer como iniciada fraterna en el nacimiento de la serpiente ígnea que despierta el Yo Soy?

Así como el templo se derrumba sin una de sus columnas, así nuestra esperanza de resurrección eterna, de la inmortalidad, se derrumba sin la dualidad necesaria para el acto de crear a nuestro Dios propio.

Sin la mujer, el fuego ígneo termina por extinguirse, la serpiente se enrosca y todo por lo que trabajamos queda yermo y abandonado.

Todo el esfuerzo se pierde y nuestro sendero conduce a un callejón sin salida y lleno de desesperación.

Solo cuando aceptemos que el hombre y la mujer, al ser una sola carne en el amor inmortal, son el camino que conduce más allá de la muerte a la resurrección y la luz, recién podremos vislumbrar o intuir la razón de los símbolos y alegorías que hemos venido estudiando hasta el día de hoy en búsqueda de la verdad.

Es mi palabra.

Valle de Cochabamba, 13 de Septiembre de 2015 E:.V:.

M. P. R.

  

BIBLIOGRAFIA UTILIZADA

Adoum, Jorge

LA ZARZA DE HOREB,  edición digital gnosisionline

IIIº, Portada