Escocismo de Bolivia

julio 29, 2015

EL MITO SOLAR Y EL HOMBRE

U:.   T:.   O:.   S:.   A:.   A:.   G:.   I:.
S:.   E:.   P:.

La palabra «mito» deriva del griego mythos, que significa «palabra» o «historia». El Mito es una tradición fabulosa, y fabula, un relato falso. Según el diccionario es una narración tradicional de carácter sagrado, podemos tomarlos como simples cuentos inventados por ignorancia o por un interés preconce­bido; tomarlos como una exposición cifrada o simbólica de lo que se cree una verdad, como se supone de la mitología griega y de todos los mitos de las escuelas esotéricas y de las religiones; o, tomarlos como la exposición cifrada o simbólica de una teoría simplemente, como tenemos que hacerlo los hombres libres de pensamiento, para analizarla y aceptarla o negarla, después de razonamientos y de posibles comprobaciones.

Un mito, tendrá un significado diferente para el creyente, para el antropólogo, o para el filólogo. Esa es precisamente una de las funciones del mito: consagrar la ambigüedad y la contradicción. Un mito no tiene por qué transmitir un mensaje único, claro y coherente.

La mitología no es sino una alternativa de explicación frente al mundo que recurre a la metáfora como herramienta creativa. Entonces, los relatos se adaptan y se transforman de acuerdo a quién los cuenta y el contexto en el que son transmitidos. Los mitos no son dogmáticos e inmutables sino que son fluidos e interpretables.

Se dice que los mitos forman parte del sistema religioso de una cultura, que los considera como historias verdaderas. Tienen la función de otorgar un respaldo narrativo a las creencias centrales de una comunidad.

Por ejemplo la cosmogonía egipcia es una colección de creencias antiguas relacionadas con la Creación y el origen del Universo. Según éstas, el Universo estaba originalmente lleno de un océano primario e inmóvil llamado Nu (caos), a partir del cual surgieron la tierra y el agua.

Sobre el origen del dios Sol y otros dioses celestes existían un gran número de mitos, que describían el cielo como el océano por donde viajaban, en barcos, el Sol, la Luna y las estrellas. La aparición del Sol por las mañanas se explicaba por la existencia de un río subterráneo, por donde el Sol atravesaba de noche el bajo mundo. En la más famosa de las tres tradiciones cosmogónicas principales, la de Heliópolis, en el Bajo Egipto, Atum emergió de los desperdicios de Nu y descansó en la colina original. En el año 2300 a.C., Atum se relacionó con Ra, el dios Sol, como símbolo del advenimiento de la luz en oscuridad de Nu. Atum dio existencia a la primera pareja divina: Shu (el aire seco) y Tefnut (la humedad). Según la tradición, Atum es separado de Shu y Tefnut. Pero en su reencuentro, al llorar de alegría, sus lágrimas se transformaron en el hombre.

En el Alto Egipto (Hermópolis) emergen ocho deidades de Nu, las que crearon una flor de loto —que flotaba en las aguas de Nu— de la cual surgió el dios Sol, Ra.

La creación es el resultado de la voluntad del dios Sol, al nacer como un niño entre los pétalos de un loto. A este mito corresponde la ofrenda, en los templos, de un loto de oro que evoca el cotidiano regreso de la luz y una creación recomenzada. En el transcurso del tiempo, muchos dioses se convirtieron en dioses Sol bajo las formas de Amon-Ra y Khnum-Ra, entre otros; lo cual significaba el reconocimiento, en cada uno de ellos, de la fuerza creadora del Sol. Osiris es, por ejemplo, el dios de la eterna renovación.

En la religión sumeria también aparece el dios Ud o Utu, «luz», ocupando un lugar central, como el dispensador de toda posibilidad de vida. El Sol es también —al igual que en la religión hitita— un elemento fundamental de la alegría de vivir y de la fuerza vital de la naturaleza. El hombre busca el amparo de la claridad del Sol, siempre en lucha con la oscuridad y los poderes malignos que en ella se ocultan.

En las religiones mesoamericanas, desde su infancia, el mexicano oía decir que había venido al mundo para dar su corazón y su sangre a «nuestra madre y nuestro padre: la Tierra y el Sol». Sabe que si muere sacrificado lo espera una eternidad grandiosa, primero al lado del dios solar y más tarde reencarnando, bajo la forma de un colibrí.

Para los aztecas, el Sol es un dios que se ha sacrificado, que ha querido morir para renacer eternamente. Los sacrificios que realizaban los aztecas con exaltación y esperanza constituían un deber cósmico: el Sol sólo se elevaría, la lluvia sólo descendería, el maíz sólo surgiría de la tierra y el tiempo sólo proseguiría su curso si se consumaban los sacrificios.

Los aztecas se consideraban «el pueblo del Sol»; su deber consistía en hacer la guerra cósmica para dar al Sol su alimento. El bienestar y la supervivencia misma del universo dependía de las ofrendas de sangre y de corazones al Sol.

Inti era considerado el dios del Sol y el ancestro de los Incas. Los Incas vivían en el antiguo Perú. En los restos de la ciudad de Machu Picchu, es posible ver un reloj de sombra que traza el recorrido del Sol personificado por Inti.

Inti y su esposa Pachamama, la diosa de la Tierra, eran considerados deidades benévolas. De acuerdo a un mito antiguo Inca, Inti le enseñó a su hijo Manco Kapac y a su hija Mama Ocllo las artes de la civilización y los envió a la tierra para enseñarle a la humanidad lo que habían aprendido.

Inti le ordenó a sus hijos que construyeran una capital Inca en el lugar donde un cuño de oro que llevaban consigo se cayera al piso. Los Incas creían que esto llegó a suceder en la ciudad del Cuzco, que había sido fundado por el Ayar.

Por otro lado, es importante analizar el mito solar y su relación con el logos solar, «Logos»‘ es el Principio, o Causa Primera, en acción, razón suficiente para la manifestación del mundo material. «Logos Solar», en consecuencia, seria aquella parte del Logos Universal que yace como substancia en el fondo de la materia que conforma el Sol y su Sistema Planetario. «Logos Solar- dicen algunos místicos iniciados- es un Poderoso Ser Espiritual cuyo vehículo inmediato y manifestación evidente es el Sol», y también, «Logos es aquel en quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser; es la Vida que da forma y anima todo nuestro mundo». Un racionalista puede sintetizar afirmando que el Logos es la Energía, origen de todo movimiento y de toda acción y vida.

Siguiendo el Mito Solar, el Logos se manifiesta en el mundo fenomenal y encarna un hombre llamado Avatar o Cristo, cada vez que las grandes transformaciones cósmicas llamadas «Eras», que afectan desde al movimiento de los soles hasta la conducta de los humanos, hacen necesaria la presencia de un «Instructor» o «Transformador» que oriente el camino o sendero de los hombres.

Esta teoría se presenta simbolizada por el curso del sol, porque dicho curso sería el resultado de una reflexión o consecuencia particular de esa gran verdad cósmica. Según el Mito, el Dios-sol, el Cristo, nace en el solsticio de invierno, en las primeras horas del 25 de diciembre, cuando la Constelación Virgo( Virgen) aparece en el horizonte, representando el descenso del Logos a la materia. En el equinoccio de la primavera el Dios encarnado muere, el Cristo es crucificado, tal como afirman las leyendas de todos los dioses solares, como Horo, Osiris, Mitra, Adonis, Baco, Jesús, el Inti de los incas, etc. El ciclo continúa con el descenso a los infiernos, y termina con el renacimiento o resurrección. Todo esto, repetimos, según el mito, pues para la ciencia actual resulta difícil su aceptación aun como símbolo de procesos cósmicos comprobables.

Siguiendo el mito, en cada manifestación o encarnación el Logos Solar irradia una doctrina. Por ello, todos los Avata­res han proclamado una, aun cuando en el fondo todas se basan en principios más o menos iguales: Amenhotep, Rama, Krishna, Hermes, Moisés, Zoroastro, Platón, Orfeo, Pitágoras, Buda, Jesús, etc.

La Masonería ofrece su propia versión de este Mito y en ésta el protagonista o figura central de este drama es conocida por quienes se gradúan en la enseñanza Primaria. Este personaje, al igual que en la versión antes referida, se encuentra profundamente identificado con el curso que el Sol describe a través de los signos zodiacales. En el drama masónico se expone que cuando el Sol se encuentra en Aries es precisamente el momento en que éste irradia mayor Luz y Calor al Sistema Solar, Fuerza y Energía de la cual se nutren los espíritus de la naturaleza, quienes con esa potencia pueden emprender con éxito la tarea de CONSTRUIR EL TEMPLO del próximo año o lo que es igual a “preparar la cosecha que habrá de alimentar al pueblo en los tiempos de escasez”.

Según el Dr. Jorge Adoum, cada símbolo tiene un sentido principal y varios sentidos secundarios que interpretan al primero. Por ejemplo, el círculo es el símbolo del Dios infinito, pero también simboliza al Sol que, a su vez, simboliza Logos y es la encarnación del Logos. También el Enviado el Iniciado y el instructor del mundo se designan con el símbolo del sol, pues así como el sol salva al mundo, el Enviado salva a la humanidad. De manera que todo instructor o Enviado es un logos «hijo de Dios» el cual desciende al plano material para salvar al mundo de las tinieblas de las ignorancia y del despotismo, tal como el sol salva a la tierra de la oscuridad, del frío y de la muerte. He aquí el mito del sol.

El Sol es la sombra física del Logos, tal como la llama lo es de su cuerpo. Entonces la encarnación del Logos se representa con una sombra y en un cuerpo mortal. El Mito Solar es, pues, una narración en la que, en primer lugar, aparece la actividad del Logos o Verbo en el Cosmos y, después, en la biografía de un ser que es una encarnación del Logos, representado como Dios o semidiós, mientras que su carrera será determinada por el curso del Sol, por ser este astro la sombra del Logos. El Logos Encarnado nace con el Sol, y con este en el solsticio de invierno; muere el equinoccio de primavera y, tras vencer a la muerte, asciende al cielo. El

Dios solar ocupa los seis primeros meses del año con arduo trabajo, mientras que los otros seis meses son un lapso de protección y conservación. Nace siempre en el solsticio de inverno, tras el más corto del año (en el hemisferio boreal) en la noche entre el 24 y el 25 de diciembre, la noche santa por excelencia en todo el años.

El signo zodiacal de la inmaculada Virgen Celestial se halla sobre el horizonte oriental a medianoche, y el sol (Niño) del Año Nuevo da entonces comienzo a su travesía desde el punto más austral, en dirección al hemisferio norte, para librar, a esa parte, de la oscuridad, del frío, de la humedad y del hombre, los cuales serían inviables si permaneciese siempre debajo del ecuador.

De acuerdo a la Leyenda del Grado del Elegido de los Nueve, la propia leyenda de Hiram y de la persecución de los asesinos enmascara en cierto sentido mitos y misterios simbólicos más antiguos que nos muestran la constante lucha entre la Luz y las tinieblas, el bien y el mal, la verdad y el error, y los ideales y las pasiones del hombre.

En el Mito Solar, del que fueron extraídas todas las leyendas de las religiones, los nueve Maestros son los nueve signos zodiacales o nueve meses de luz en oposición a los tres meses más oscuros, terrenales y animales, Escorpio, Sagitario y Capricornio. Además, es la lucha entre la Luz y las tinieblas, el nacimiento y la muerte, lo activo y pasivo, y lo oscuro y negativo: es la lucha de las estaciones luminosas contra la estación oscura.

Es la lucha de los dioses del Olimpo contra los Titanes y Gigantes deseosos de dominar en el orden celestial mediante las pasiones brutales. Es la lucha de los Devas contra los Asuras, de Indra, Agni y Mitra contra Varuna, quien, igual que Lucifer, es lanzado al Inferior (Infierno), dejando de ser el dios de la noche estrellada. Es la lucha de Osiris reencarnado en Horus. y de Isis, contra Tifón; de Hércules, prototipo del héroe consciente de su propia imagen divina, contra los monstruos o pasiones animales, que se encuentran en su ciclo zodiacal evolutivo, como residuo de su propio pasado con el cual debe enfrentarse para superarlo. Es la lucha de Mitra (el Sol), la Divinidad-Luz de la última época de la región iránica, contra el Toro (Tauro) que es emblema de la naturaleza animal , a quien mata y transmuta para absorber sus cualidades positivas. Es la lucha tanto en la Naturaleza como en la vida; la Luz, el Poder Supremo, ahuyenta las tinieblas y la oscuridad. Ante su claridad, el misterio de la noche huye llevando consigo los temores y el cansancio que se apoderan de nuestro organismo cada vez que anochece. Y en la medida en que se haga la Luz en nuestra mente, se aclararán nuestras preocupaciones y problemas para que nuestra vida sea crecimiento en la Luz.

QQ:.HH:. como dije al inicio un mito no tiene por qué transmitir un mensaje único, claro y coherente. Nosotros debemos analizar y razonar como hombres libres para aceptarlo o negarlo.

Tal como se establece en nuestras prácticas y enseñanzas, debemos luchar contra la ignorancia, el fanatismo y la ambición, sustituyéndolos con sabiduría y altruismo, siempre en busca de la luz y la verdad.

Quiero terminar este trazado con un pensamiento “Cuando brille el sol de la verdad ya no serán necesarios los mitos y las leyendas”

V:. M:.E:.  Juan Carlos Avila

Campamento de Cochabamba, Julio 2015   e.·. v.·.

 

Referencias Bibliograficas.-

1.- ADOUM Jorge, “El Maestro de los Nueve”, Editorial Kier S. A., Argentina, 2003.

2.- LAVAGNINI Aldo, “Manual del Maestro Elegido”, Editorial Kier S. A., Argentina, 2003.

3.- FRAU A. Lorenzo y ARUS A. Rosendo, “Diccionario Enciclopédico de la Masonería”, Editorial Kier, Argentina, 1947.

4.- FLOR PINTO Galo, “El Mito Solar”, Masonería en español desde Israel, Planchas Masónicas R:. L:. S:. La Fraternidad No. 62, Tel Aviv – Israel.

5.- RIUS DE RIEPEN Magdalena / CASTRO – ACUÑA C. Mauricio, “El Sol en las Religiones Antiguas y en la Mitología”.

IXº, Portada