Escocismo de Bolivia

octubre 4, 2015

LOS JESUITAS

Con frecuencia quienes han profesado en una orden religiosa o han coronado el orden sacerdotal dentro de la Iglesia Católica y posteriormente lo abandonan, con frecuencia e alejan en forma terminante de la Fe, de sus prácticas y de sus creencias si no es que abrazan ejercicios diametralmente opuestos.

No es mi caso. Abandoné la Orden consciente de que era incapaz de cumplir sus reglas pero con la tristeza de dejar algo que me entusiasmaba. He procurado siempre seguir la huellas que la Compañía de Jesús dejó en mí y sigo mostrándome ferviente seguidor de Ignacio de Loyola, su fundador.

Al igual que con la masonería, se han escrito muchas falacias sobre los jesuitas y también han sido despiadadamente perseguidos sin razón válida alguna. Algo tendrán en común deduzco.

Todos conocemos el libro “Jesuitas y Masones” que leí con connotado apasionamiento y avidez. Puedo afirmar por lo que he vivido en ambas instituciones que son ciertas prácticamente todas las afirmaciones del libro. Puede ser que grados que no alcancé en una y que aún no he alcanzado en otra, los haga diferir, por ello resalto que me referiré siempre en esta plancha a mi vivencia personal.

Deseo transmitir algunas realidades de los jesuitas que, precisamente por discretos y no secretos, no son muy de conocimiento público. Debo aclarar que la Compañía nunca me exigió juramento alguno de no develar lo que en ella sucedía.

IGNACIO

Ignacio de Loyola nació en el poblado de Loyola en Guipúzcoa, País Vasco español pocos años después del descubrimiento de América y del nacimiento de España como tal. Huérfano temprano, lo orientan a la carrera militar empezando siendo paje del rey Fernando de Aragón; años después, estando enrolado en los ejércitos del Virrey de Navarra, es herido de gravedad por una bala de cañón (año 1521).

Cual Quijote de la Mancha, se dedica a leer cuanto libro de aventuras guerreras hay a su alcance hasta que, terminados esos libros, comienza a leer la Imitación de Cristo de Kempis. Ahí comienza su conversión y se da inicio a una carrera que en forma mágica hace la simbiosis entre la carrera militar y la práctica de la fe.

Repuesto de las heridas comienza un periplo que lo llevará a recorrer España, Francia e Italia. Vela sus armas en el Monasterio de Montserrat y le entrega su espada mundana a la Virgen Morena. La peste lo aísla en Manresa y aprovecha para empezar a dar forma a sus ejercicios espirituales y poco después, finalmente llega a Paris a estudiar Teología.

 

ORIGENES DE LA COMPAÑÍA DE JESUS

Precisamente en Paris, en el corazón rosa de la ciudad y rodeado de un mundo que despierta con la noche, en una pequeña iglesita, funda la Compañía de Jesús junto a otros compañeros de estudios a los que había convertido y convencido. Ese lugar es el famoso Montmartre cuna de pintores impresionistas y feudo de los bohemios; la pequeña iglesita es hoy la basílica del Sacre Coeur (Sagrado Corazón). No es casualidad que fuera unos de los primeros lugares visitados por Francisco, el Papa Jesuita.

Poco tiempo después, acompañado de Francisco Javier (apóstol de las Indias y a quien seguro tuvo presente el nuevo Papa al adoptar su nombre) y de Francisco Borja (duque de Gandia, Virrey de Cataluña y pariente próximo del Papa Borjia Alejandro VI y de sus hijos) se dirige a Roma para solicitar al Papa Pablo III la aprobación de la orden. Hecho que acontece en el año 1540

Pero esta Orden toma la estructura militar: se llamará “Compañía” y su máximo Superior se denominará “general”. Los aspirantes son obligados a velar sus hábitos antes de su imposición cual sus armas futuras fueran.

Ese “ejercito” lo dirige Ignacio a combatir la Reforma Protestante de Lutero y así se da inicio a la llamada Contrareforma, teniendo a los Jesuitas como sus líderes. Adicionalmente se abocan a la conversión de los llamados infieles y a la creación de centros educativos con el fin de formar los líderes del Futuro.

 

EXPULSION DE LOS JESUITAS

La misión civilizadora y evangelizadora de los jesuitas los hizo penetrar a la selva suramericana y empezar a ejercer su misión. Sus métodos nunca fueron bien vistos por la Jerarquía Eclesiástica que, desde el comienzo de las conocidas “misiones” en el siglo XVII, buscó la forma de alejarlos de su práctica.

Precisamente en el siglo siguiente, el rey Carlos III los expulsa de La España peninsular y de sus colonias acusándolos de haber sido los promotores de los mítines populares que pretendían mejoras sociales en la población. Seis años después el Monarca logra que el Papa Clemente XVI suprimiera la Orden. Fue restablecida en 1814, pero los jesuitas serias expulsados de España dos veces más, en 1835 por María Cristina de Borbón y en 1932 en la Segunda República.

Los jesuitas expulsados en el continente suramericano buscaron refugio en las Misiones que tenían organizadas en lo que hoy es Bolivia, Paraguay y Argentina. Y sin pretenderlo se convirtieron en la avanzada del Reino de España que contuvo la penetración portuguesa amparada en el Tratado de Tordecillas.

LOS GRADOS

Aunque hubiéramos estado acostumbrados a ver a todos los jesuitas con el mismo hábito, no eran iguales. Hay tres grados, aunque hoy por hoy el primero de ellos tiende a desaparecer.

El primer grado ampara a los llamados Coadjutores Temporales. Como su nombre lo indica son los ayudantes de oficios laicos. Son los encargados de dirigir todos los oficios domésticos necesarios en una congregación. Ellos dirigen la cocina. lavandería, limpieza, enfermería, etc etc. Profesan sus votos perpetuos de Pobreza, Castidad y Obediencia pero no son ordenados sacerdotes. Su formación dentro de la Compañía es de pocos años y, dado el signo de los tiempos, cada día son menos los aspirantes y cada vez es menor su necesidad en la Orden.

El segundo grado cobija a los Coadjutores Espirituales, es decir los ayudantes espirituales. Este es el cuerpo fuerte de la Compañía de Jesús. Ellos, con estudios entre 11 y 13 años, son ordenados sacerdotes y son los encargados de impartir y conservar la Fe entre los Laicos.

Finalmente en el tercer grado están los Profesos. Son la elite de los jesuitas y son seleccionados en su proceso de formación y para ello se tiene muy presente su capacidad intelectual más que su devota praxis. Sólo ellos podrán acceder a los principales cargos jerárquicos y sólo ellos podrán asistir a las Congregaciones Provinciales (máximo órgano rector de la Provincia Jesuita) y sólo ellos podrán estar presente en la Congregación General (máximo órgano rector de la Orden).

LOS VOTOS SECRETOS

Mucho se ha hablado, escrito y satanizado sobre los votos secretos de los jesuitas y personalmente no estoy de acuerdo con esos asertos y no me constan dichas prácticas.

Evidentemente, los Profesos, sólo los Profesos, además de los votos públicos (efectuados en lugar público y ante público) de Pobreza, Castidad y Obediencia, asumen otros votos secretos (efectuados en lugar privado y sin público aparte de su superior).

Entre estos votos hay algunos muy interesantes.

Uno de ellos se refiere a no modificar las reglas de la pobreza. Este es un voto trampa ya que las Constituciones de la Orden indican que dichas reglas sólo podrán modificarse por la Congregación General. Y a la Congregación General sólo asisten Profesos. Y los profesos hacen voto de no modificarlas.

Otro se refiere a obediencia ciega y sometimiento al Papa. Este es un voto que con frecuencia lo ha usado, y lo usa, el papado sobre todo cuando sus decisiones pueden estar reñidas con las disposiciones de la Orden.

Un tercer voto se refiere a no presentarse ni aceptar cargo alguno en la jerarquía de la Iglesia. Este voto es tan rígido que prácticamente no existen obispos y menos cardenales jesuitas.

FRANCISCO EL PAPA JESUITA

En el marco de este último voto, nos preguntaremos… “entonces ¿cómo un jesuita puede ser Papa?”.

Tengo certeza de lo que ha pasado hasta la muerte de Juan Pablo II, lo que pasó después corre de boca en boca entre los corrillos jesuitas sin haber (ni la habrá) prueba cierta al respecto.

Cuando la Iglesia necesita que un jesuita asuma un obispado, arzobispado o se invista con el capelo cardenalicio, recurre al uno de los votos mencionados anteriormente. Es decir el Papa le ordena, en virtud del voto de obediencia ciega, que asuma el cargo para el cual ha sido elegido. El jesuita obedece. No me cabe la menor duda que el jesuita Jorge Mario Bergoglio recorrió ese camino en sus diversas etapas hasta llegar al Colegio Cardenalicio.

A partir de ahí entramos en el ámbito de los susurros y la especulación. Se comenta que en el conclave siguiente al deceso del Juan Pablo II ya habría sido elegido Bergoglio pero, fiel a su voto, rechazó la elección. Y no había Papa para que lo obligara.

Y cuando se convoca el nuevo Cónclave para elegir al sucesor de Benedicto XVI la historia se repite. El jesuita vuelve a rechazar… pero en ese momento había un Papa vivo que hizo valer sus prerrogativas sobre los miembros de la Compañía de Jesús…

Queridos hermanos, espero que este breve recorrido sobre algunos aspectos de la vida jesuítica, sobre sus persecuciones, sus principios, sus grados y su eterna tolerancia a otras formas de pensar nos sirva para darnos cuenta que como masones estamos más próximos a ellos que lejanos de los mismos.

He cumplido con vuestro encargo,

H:.M:. Ramón M. C. M.

V:. Cochabamba, 3 de octubre de 2015 e:.v:.

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